La decadencia del anime: ¿El fin como lo conocemos?



El anime ha sido criticado en infinidad de veces, por personas religiosas, por los padres, por la sociedad, etc., incluso han sido llamados “dibujos chinos”, errores garrafales de geografía básica. A los que nos agrada no sólo verlo, sino integrarlo a nuestra vida diaria con sus límites, claro está, se nos da muy bien el defenderlo con uñas, garras o lo que encontremos cerca.

Para mí el anime fue parte fundamental de mi infancia pues estuvo presente en momentos clave de ella y sin pensarlo demasiado me atrevo a declarar que historias como Neon Genesis Evangelion, Ranma 1/2, Sailor Moon, Slam Dunk, Dragon Ball Z, entre muchos otros, me ayudaron a amortiguar golpes que la vida me estaba dando en esos momentos.

Pero así como puedo defenderlo también puedo ser objetiva y aceptar que el anime está pasando por una crisis fuerte en estos momentos. Hoy en día no puedo encontrar algo que me llene el ojo, que me llame tanto la atención como para emocionarme a esperar el próximo episodio. No se vale comparar los animes nuevos con los old school porque no sería una pelea justa definitivamente.

Aun así, no puedo evitar que esto me atraviese la mente, es decir, volteas a ver lo que antes se hacía en la construcción de tramas, de personajes, vamos, que hasta las canciones al inicio y al final de nuestras series preferidas eran algo épico, aunque tampoco no eran todos iguales, los había también en versiones debiluchas y mal trechas, pero sin duda abundaba más la calidad.

No me cabe en la cabeza por qué los tiempos han cambiado tan drásticamente, se supone que debería haber mejores producciones debido a la evolución de la tecnología y de las técnicas básicas para crear arte, caricaturas, anime, películas, etc., sin embargo no es así y esto es algo que se repite en todo lo que acabo de mencionar, es una constante que nos persigue al saber que una película está llena de asombrosos efectos especiales pero es más pobre que cuando se nos acaba la quincena o la mesada en cuanto a argumentos, que falla en su intento de atraparnos como espectadores lanzando su décima secuela que habla de lo mismo que las otras nueve anteriores. No sé qué es peor ahora, si el hecho de que la gente aclame una película carente de alma o que demande por la octava parte de la misma basura.

¿Pasará lo mismo con el anime? Quizá no estamos demandando calidad, quizá las nuevas generaciones vean anime por moda, por agradar a alguien, por experimento, así que imaginen nada más a qué nos enfrentamos. Sus gustos por animes de baja calidad que constituyen la popularidad de personajes vacíos pero bien guapos, entonces lanzamos al infierno la posible y remota posibilidad de tener una trama que valga la pena porque el protagonista es un buenote que se la pasa enamorando lindas chicas y la protagonista que no lo quiere pero que al avanzar la historia se enamoran. 

Nos invade el cliché, nos ahoga. Como es el caso del anime que acabó de ver hace unos meses, Soredemo Sekai Wa Utsukushii (The World is Still Beautiful), de verdad me fui creyendo que era algo nuevo, que me gustaría porque empieza muy bien pero para mi sorpresa terminó siendo más de la misma montaña de urdimbre que con todo y mi cara de inconformidad, tuve que aceptar que lo vi de principio a fin.

Otros atribuyen el bajo nivel de calidad en el anime a las personas llamadas “otaku”, a estas alturas quiero imaginar que saben bien como es una persona que es llamada así; no solo gusta del anime, también lo respira, lo come, lo convierte en parte de su vida tan fuertemente que es capaz de creerse ser uno de los personajes y que su alter ego es Juan Felipe Gutiérrez, el nombre que sus padres le dieron, en facebook y otras redes sociales se hacen llamar proféticamente como Kashino Sugaragi o Jutsaka Motokashi, es así como la gente cataloga de inadaptados sociales a las personas que ven anime. Yo lo veo, lo disfruto. Hay series que si son buenas en estos tiempos de tormento, como Shingeki No Kyojin (Attack On Titan), pero no me considero otaku porque sé en qué punto empieza mi amor por el anime y en qué punto debo detenerme e integrarme al mundo real.

Hayao Miyazaki declaró que el problema con la industria del anime es que está llena de otakus que no pasan tiempo con seres humanos reales. Para mi el otaku es el cáncer del anime, estas personas son las que provocan que el anime vaya en declive porque consumen anime por diversas razones que no necesariamente son porque sean historias que trasciendan si no por la mera finalidad de consumirlo, respirarlo, hacerlo parte de su vida sin razón aparente. Yo admiro a este hombre y sus películas me han hecho llorar y sentir diversas emociones. Odio que lo comparen con Walt Disney así que no lo hagan ¿vale?

Miyazaki pudo perder fans ante estas declaraciones tan enérgicas, que pueden no estar tan alejadas de la realidad. De hecho hace unos días ganó un premio Oscar honorífico en la entrega del 6to Academy Governors Awards en Los Ángeles, California por su trayectoria y lo aceptó de manos de uno de los fundadores de Pixar, John Lasseter (Toy Story), otro astro de la animación. Miyazaki agradeció por el galardón y agregó que se siente afortunado por ser parte de una era en la que la animación se podía lograr con papel y lápiz.





En mi opinión creo que no es necesario tener alta tecnología para hacer animación porque hoy en día hay tanto de dónde agarrarse para realizarla que no hay pretexto, antes era muy difícil crear secuencias, sino fíjense en la versión de Walt Disney de Blanca Nieves, que en sus tiempos innovó y causó expectativa en la gente que apoyaba a Disney, incluso se creía que ese proyecto terminaría con la vida del estudio. Bueno, pues ya todos sabemos que fue de ese estudio y yo no le acreditaría un fracaso sino todo lo contrario.

Volviendo al anime, tenemos el Fanservice, que en el anime se ha presentado en cantidades descomunales. Hay géneros donde se puede encontrar a chicas semidesnudas o a chicos, pero creo que ahora todo está mezclado, ya parece que no hay respeto ni para nuestra inteligencia ni para los valores morales. Tenemos figuras bien estilizadas que llaman mucho la atención del espectador pero que no son importantes para que la trama siga, acontecimientos frívolos y subidos de tono que no tienen relevancia.

No me siento atraída por el fanservice, no me importa que no siempre sea algo negativo, yo quiero llorar en mi almohada y anhelar que está crisis no acabe con el anime como lo conocemos, que sea algo pasajero y que todos seamos felices de nuevo cuando, como el ave Fénix, el anime tenga su renacimiento y vuelva a sus filas el producto de calidad que deseamos.

Esto es en parte responsabilidad nuestra, porque el anime como todo en esta vida ya no solo se hace por amor al arte, sino porque reditúa mucho dinero, háblese de la venta de camisetas, figuras de acción, accesorios, de todo aquel producto que tenga la cara de nuestros personajes preferidos plasmados. Tratemos de ver anime de manera legal, de apoyar a la industria y tratar de ser objetivos al escoger series ver, que estén bien hechas y que nos aporte algo positivo a nuestras vidas.

¡Hasta la próxima!

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