'Asu Mare 2', rica por fuera, pobre por dentro


A pesar de que es el gran fenómeno comercial del cine peruano, esta secuela parece conformarse con ser discreta.
Al Pacine (@AlcineconAl)
Antes de su estreno, las discusiones sobre Asu mare 2 parecían limitarse exclusivamente a saber si sería capaz de repetir el suceso de público de su predecesora, que se proyectó por primera vez en el 2013. Los 200 mil espectadores que consiguió en su primer día superaron las expectativas más optimistas y abrieron el actual debate sobre si llegará a la marca de los tres millones de espectadores que logró la primera parte.
Y aunque se celebra que una película nacional sea capaz de lograr marcas históricas, tocaba preguntarse si era verdad tanta belleza y si, como obra, Asu mare 2 lograba mejorar una propuesta que en su primera parte era pobre de ideas.
Asu mare 2 se inicia con la escena final de la primera entrega, en la que Cachín está bailando con Emilia (Drago), a quien pretende conquistar. Ya convertido en una estrella de televisión gracias a Pataclaun, Cachín sigue viviendo en su humilde barrio de Mirones y en esas circunstancias no solo debe salvar las diferencias sociales que existen con la bella y adinerada muchacha, sino también la amenazante presencia de un galancete ricachón interpretado por Christian Meier.
Solo desde el punto de vista de producción y a partir de sus ambiciones, Asu mare 2 es mejor que Asu mare. El problema es que, siendo la primera tan pero tan discreta, dar un paso adelante en esta secuela era casi una obligación que tampoco la convierte inmediatamente en una buena película.
Se nota que el director Ricardo Maldonado quiso corregir los obvios puntos flojos de la primera parte, en la que el éxito de cada escena se limitaba a cuán gracioso puede ser Alcántara en ellas. Acá trata de meter más fichas al juego y agrega elementos de interés a la historia. Así tenemos que, por un lado, al personaje ya conocido de Andrés Salas se suman otros amigos de barrio para el protagonista y, por el otro, surge un némesis en fondo y forma de Christian Meier, a quien se le ve comodísimo burlándose de sí mismo.
Más allá de los estereotipos sobre las diferencias sociales con los que se pretende generar situaciones humorísticas (algo que ya se ve en novelas o series nacionales como ‘Al fondo hay sitio’ y que explicaría también la química de la gente con la cinta), Asu mare 2 no tiene suerte en integrar estos nuevos elementos. Lo consigue a medias con el grupo de amigos, que curiosamente humanizan a Cachín más de lo que él mismo puede hacer, pero no lo hace con el personaje de Meier, desperdiciado como contrapunto humorístico y real amenaza.
Llama la atención que lo más flojo de la película sea precisamente la pareja protagonista. Nuevamente parece haber poco control por lo que Alcántara hace en pantalla, forzado en muchos momentos a ser gracioso porque sí. Además, ¿cuál es la necesidad de que interprete a más de un personaje en una misma escena? Sabemos que tiene un don natural para la comedia, pero ¿si no era con él no daba risa? Ni qué decir de lo que le toca a Emilia Drago, a quien parece que en gran parte de la película se le ha dado como única indicación sonreír para caer simpática.
Se extrañan de la primera parte los interludios con monólogos –lo más gracioso de esa cinta– y un mejor aprovechamiento de la madre encarnada por Ana Cecilia Natteri –divertida cuando le toca aparecer–, mientras que los caprichosos cameos (lista larga conformada por Torbellinos, Pataclaun, Fantástico y demás ¿íconos? noventeros) solo despiertan el inevitable “¡qué viejos que están!” entre el público.
No me gustó Asu mare, tampoco me gustó Asu mare 2 aunque es mejor, pero aun en semejantes circunstancias espero Asu mare 3, pues sería saludable no solo hablar del éxito comercial de una película peruana. Carlos Alcántara dice que ya no quiere contar más de su propia historia. Mejor, sin ese limitante quizá podría salir un guión más sólido y gracioso. Puntaje: 4/10.

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